¿Qué es el estrés?
Decir “estoy estresado” es moneda corriente hoy en día. Sin embargo, es probable que la mayoría de las personas no sepan bien qué es el estrés, de dónde viene y qué genera. Y, es aún más probable que no sepan que existe un “estrés bueno”.
Arranquemos por el principio.
El estrés es una respuesta natural del cuerpo y la mente. Cuando estamos ante una situación que percibimos como amenazante, demandante o frustrante, nuestro sistema nervioso simpático se activa y desencadena respuestas hormonales. Una de estas es la de impulsar la secreción de cortisol.
Esta hormona tiene mala reputación, pero su fama no está justificada. El cortisol nos ayuda a obtener la energía que necesitamos para hacer frente al estrés y volver a la homeostasis -el estado de equilibrio entre todos los sistemas del cuerpo-.
Pensando evolutivamente, el cortisol ayuda al hombre a movilizar la energía y la concentración que necesita para enfrentar o huir del peligro.
Además, el cortisol es crucial en muchos sentidos ya que permite que el cuerpo regule:
- El metabolismo.
- El sueño.
- La función inmunitaria.
- La inflamación.
Otros beneficios del cortisol:
- Mejora el uso de la glucosa en el cerebro.
- Aumenta la disponibilidad de sustancias que reparan los tejidos.
- Mantiene la presión arterial.
- Mantiene el equilibrio químico en la sangre.
- Contribuye al buen funcionamiento del sistema inmunológico.
El cortisol es vital. El problema aparece cuando los niveles son muy altos y/o duraderos en el tiempo.
¿Qué pasa cuando el estrés es crónico?
Cuando el estrés es crónico, puede elevar los niveles de cortisol con el tiempo, provocando desequilibrios en el cuerpo y afectando la salud:
- Elevados niveles de glucosa en sangre.
- Alta presión arterial.
- Insomnio.
- Depresión.
- Aumento de peso.
- Acné.
- Debilitamiento de la función cognitiva.
Algunas señales de niveles elevados de cortisol incluyen antojos de dulces, brotes de acné, dificultad para dormir, irritabilidad, disminución del deseo sexual y debilidad muscular.
Ahora bien, no todo el estrés es malo.
Hormesis: el “estrés bueno”
La exposición a pequeñas dosis de estrés controlado puede ser muy beneficiosa para el cuerpo y la mente. Esto es lo que se conoce como hormesis.
“Es el fenómeno en el que dosis bajas de agentes nocivos (como toxinas o estresores) pueden tener efectos beneficiosos para el organismo, mientras que dosis más altas pueden ser perjudiciales.”
- Andrew Huberman
La clave está en la respuesta adaptativa. Cuando nos exponemos a estrés controlado, entrenamos al cuerpo y mente a soportarlo y adaptarse, mejorando a largo plazo la resiliencia, el metabolismo, el crecimiento muscular y la salud cardiovascular.
¿Cómo exponernos de manera saludable al estrés? Ahí entran algunas herramientas específicas.
Herramientas para bajar el estrés
Hay dos técnicas del biohacking que funcionan como "dosis controladas de estrés", ayudando a bajar el estrés en el corto plazo y construyendo resiliencia en el largo plazo.
Crioterapia
Al sumergirnos en agua a muy baja temperatura, el cuerpo entra en un estado de "amenaza" liberando cortisol y activando la respuesta de flight-or-fight.
Sin embargo, pasados unos minutos, el nervio vago se activa y cambia la respuesta del cuerpo de simpática a parasimpática, bajando el estrés. Además, el frío estimula la liberación de endorfinas, dopamina y norepinefrina.
La crioterapia no solo baja el estrés a corto plazo, sino que las sesiones repetidas en el tiempo hacen que el cuerpo se adapte, reaccionando menos tanto al frío como al estrés en general.
Sauna húmedo
Una sesión de sauna de 10 a 15 minutos tiene grandes beneficios para la salud mental:
- Promueve un estado de mindfulness y reset sensorial.
- Libera endorfinas y mejora el flujo sanguíneo, aliviando el estrés y la ansiedad.
- Afloja los músculos rígidos y alivia el dolor corporal.
- Mejora la cantidad y calidad del sueño, contribuyendo a un mejor estado de ánimo.
Ambas prácticas son muy beneficiosas, pero pueden ser exigentes para ciertas personas. Si tenés condiciones cardíacas, neurológicas o cualquier duda sobre tu aptitud para realizarlas, consultá siempre con tu médico de cabecera.
(*) Este artículo junta información de distintos profesionales y artículos científicos, pero no reemplaza la consulta médica.
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