Se trata de un relato muy personal y que, en gran parte, fue la semilla que años más tarde se convirtió en este proyecto. Deseo profundamente que te toque una fibra y que esta historia personal sea una semillita para vos, para motivarte a tomar esas decisiones que hace tanto venís postergando, con el fin último de estar mejor.
Donde todo arrancó
Parece un cuento de ciencia ficción la pandemia que vivimos, donde estuvimos encerrados, aislados de nuestra vida social, sin mucha exposición a la naturaleza, a nada. Personalmente, esta desconexión me afectó mucho. Pero, a la vez, fue una etapa de reflexión, de entender qué quería para mi vida, qué me gustaba y apasionaba.
En aquel entonces estaba trabajando para una empresa donde tenía un vínculo poco bueno con mi jefa y, además, no me gustaba lo que hacía. Esto, sumado a que el encierre ya me estaba afectando la cabeza, me llevaron a explorar distintas prácticas de bienestar como la meditación, escribir por las mañanas, el grounding, etc. Y en toda esta búsqueda, aterrizó en mis manos el libro de un viejo loco llamado Wim Hof. Ya había escuchado hace unos años de un conocido que se duchaba solo con agua fría, incluso en invierno. En aquel entonces había probado pero me resultó algo imposible y lo abandoné.
Y acá estaba, en medio de una pandemia sin poder salir de casa, en pleno invierno y leyendo un libro que me decía que el agua fría tenía tremendos beneficios para la salud física y mental. Entonces decidí darle un nuevo intento a esto de las duchas frías por las mañanas. Poco a poco, subiendo los minutos ducha a ducha, me fue gustando. Y así, un nuevo mundo de sensaciones y pensamientos nació dentro mío.
Mis viejos y mis hermanas me veían como un loco, y no faltaba el comentario de mi abuela Beba “Joaquin, basta de esas locuras te vas a enfermar, querido!”. Estas duchas de agua fría me comenzaban a enseñar algo: esas barreras que uno está convencido que no puede derribar, comienzan a desvanecerse primero en nuestros pensamientos, y luego en la vida real.
Lo que me pasó en el cuerpo y la cabeza con la crioterapia
Voy a tratar de explicarles lo que me pasó con estas primeras exposiciones al frío.
No había café, ni mate, ni nada que pudiera hacerme arrancar el día con tanta energía como esas duchas de invierno. Salia eufórico y con una sensación de plenitud tremenda. Si me despertaba sin ganas de nada, la ducha me pegaba tres cachetadas y la desmotivación desaparecía. La sensación de “aquí y ahora” era también muy fuerte al tener que concentrarme en la respiración para aguantar la incomodidad.
Poco tiempo después, todavía en pandemia, arranqué a ver videos de instructores del famoso Método Wim Hof en Argentina, al cual no dude en anotarme. Una cosa era una ducha fría 2-3 minutos, y otra cosa muy distinta era sumergir el cuerpo completo en un barril lleno de cubos de hielo. Guiado por mi queridísimo “Franco Bicicleta”, una leyenda del método, logré esa primera inmersión que me confirmó, una vez más, que esta práctica era potente de verdad. Y a su vez, que muchas veces nos auto-boicoteamos con creencias limitantes sobre lo que (no) somos capaces.
¿Cómo surgió Alfa Hackers?
Traté de mantener constancia con los baños de hielo, pero por una cuestión logística y económica, desistí y volví a la duchita fría. Un par de años más tarde, empiezo a ver estos sistemas de agua fría que no necesitaban del hielo. Ahí se me cruza la idea de emprender en esto con uno de mis mejores amigos, también fanático del agua fría. Pero, a la par, aparece un pensamiento muy arraigado en los argentinos: ¿Cómo vas a mandarte a emprender algo así en Argentina, con el caos económico y el quilombo en nuestro país? Mejor olvidarse de eso.
Creo que de no haberme encontrado con esta práctica, mi cabeza ex-ante exposición al frío hubiese desistido de inmediato. Pero todo eso que me daba y me hacía sentir el agua fría apagó esas voces internas que me decían que era imposible. Entonces, ante viento y marea, decidimos emprender Alfa Hackers con Santi.
Al principio nuestros amigos y familiares nos decían que estábamos locos, que quién se iba a meter por su propia voluntad en agua helada. Hasta que un día traje uno de los prototipos a casa y convencí a mi familia de probar esta práctica. Y poco a poco, por sí mismos (les prometo que sin ninguna presión mía), fueron incorporándolo en sus rutinas diarias.
Ver a mi mamá exponiéndose al frío en medio de un tratamiento oncológico y escucharla hablar sobre lo bien que la hacía sentir, o a mi papá que atravesaba una etapa de desmotivación, meterse todos los días y mejorar su ánimo y motivación, fue profundamente emocionante. Se me pone la piel de gallina tan solo de escribirlo.
“Porque las personas que están lo suficientemente locas como para pensar que pueden cambiar el mundo, son las que lo hacen.”
Steve Jobs
No creo haber cambiado el mundo, en absoluto. Pero sí pensamos en este proyecto como una semillita para cambiar el mundo de nuestros seres queridos, amigos y familiares, y de los miles de clientes que nos eligen día a día para alcanzar sus mejores versiones.
No soy absolutista. Se que el agua fría no es la fuente de la eternidad, ni la solución a todos nuestros problemas. Pero sí sé que tuvo un impacto profundo en mis creencias, en mi salud, mi día a día, en sentirme mejor conmigo mismo y cómo superar la incomodidad y las barreras que nos ponemos nosotros mismos.
Quizás tu crioterapia sea otra cosa, un deporte, respiración consciente, meditación, las charlas profundas con tus seres queridos, o escribir tus páginas matutinas. De algo estoy seguro, cualquiera de estas puede cambiar tu vida, así como el agua fría cambió la mía.
Gracias por leer mi (y nuestra) historia.
Con cariño,
Joaco.